Daniel Medina
Prácticamente nadie que haya conocido de cerca el horror y haya logrado sobrevivir vuelve a él. Pero esta regla no aplica para Sor Lucía Caram. "Este es mi viaje número 24 a Ucrania", revela la religiosa tucumana. Conocida por su labor humanitaria, habló con LA GACETA desde la frontera, minutos antes de ingresar al país que aún resiste la invasión. Se preparaba para ingresar al país con un grupo de heridos que ha estado atendiendo en Barcelona durante casi dos años.
Desde el inicio de la guerra, ha estado organizando corredores humanitarios y prestando asistencia en diversas formas. El horror, sin embargo, muta, nunca es el mismo. "Lo primero que cambió es que al principio hubo una invasión a gran escala. La gente no sabía qué hacer y muchas mujeres y niños salieron en masa del país. Luego, algunos comenzaron a regresar, enfrentando nuevas realidades."
En estos dos años, la guerra ha dejado una estela de devastación. "Se han arrasado muchas ciudades y ha muerto muchísima gente", comenta con pesar. Actualmente, más de 60.000 huérfanos se encuentran en centros oficiales, familias de acogida y refugios habilitados por la Guardia de Fronteras y el Ministerio de Defensa.
La situación ha empeorado con ataques diarios a la población civil, algo que Sor Lucía describe como "una lucha muy desigual". Además, menciona la reciente ley de reclutamiento que obliga a todos los hombres entre 18 y 60 años a presentarse en oficinas de registro, bajo amenaza de ser considerados detractores si no lo hacen.
La moral de los ucranianos está severamente afectada. "Los ataques a la población son muy frecuentes. La gente está cansada y empieza a rebelarse", indica Sor Lucía. La desesperación es palpable, ya que "el 40% de los heridos en el campo de batalla mueren por falta de asistencia. Envían 40 al frente y vuelven 10, de los cuales 3 están mutilados."
Los números, a veces, pueden esconder cierta frialdad, pero permiten dar cuenta de la verdadera magnitud de lo que sucede.
Una parte crucial del trabajo de Sor Lucía es con los niños huérfanos. "Hemos estado conviviendo con ellos. Son niños que no sonríen, les han robado la infancia y el futuro. En junio, llevaremos a 252 niños a España por 10 días para darles unas vacaciones y un respiro de la guerra."
En medio de tanta devastación, Sor Lucía observa un resurgimiento de la fe. "A pesar de la secularización de la sociedad, muchos levantan los ojos al cielo. Todos los soldados están con su rosario, todas las tumbas tienen sus cruces. Las iglesias están llenas en medio de la desesperación, la gente increíblemente se agarra a la fe", dice. Y acota que ella, como hincha del Barcelona, siempre se permite llevar también camisetas para los niños; sin embargo, nota que reciben con mayor gusto los rosarios.
La hermana Lucía Caram quiere devolverles la risa a esos niños que ya no sonríen. Intenta crear un oasis de fe y esperanza en medio de un desierto de horror.